Una persona físicamente cansada y mentalmente estresada no puede desenvolverse bien a nivel técnico

Oct 8, 2015

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Don Gonzalo Brito, Psicólogo Clínico por la Universidad Pontificia de Chile y doctor en psicología del Instituto de Psicología Transpersonal (Palo Alto, EEUU), llega a Granada con la intención de hablarnos de los autocuidados de los profesionales. Pero antes de ese día, queremos conocer un poco más del tema a desarrollar en su taller. Y por eso, le hemos planteado las siguientes preguntas.
1.  ¿En qué medida son necesarios?
Antes que cualquier otra herramienta o técnica adquirida, la principal herramienta con la que cuenta un profesional de la salud en cuidados paliativos es su propia persona. Una persona físicamente cansada, mentalmente estresada y emocionalmente agobiada no puede desenvolverse bien a nivel técnico, y probablemente tampoco tendrá una buena relación con sus pacientes y con sus compañeros. Su propia motivación y satisfacción personal y profesional se irán desgastando con el tiempo. El autocuidado en los equipos de cuidados paliativos es de suma importancia y la responsabilidad de promoverlos efectivamente no debe recaer exclusivamente en la iniciativa personal de los profesionales sino que debiese estar integrada en la estructura institucional.
2. En España ha nacido una corriente especialmente preocupada en los cuidados a los cuidadores. ¿Ocurre lo mismo en Estados Unidos?
Así es,. En Estados Unidos hay cerca de 90 millones de cuidadores, y desde ya casi tres décadas existen asociaciones y organizaciones dedicadas a cuidar a los cuidadores. Hoy hay más de 25 asociaciones que ofrecen formación, apoyo técnico y social, e intervenciones psico-educativas grupales orientadas específicamente a cuidar a los cuidadores.
3. ¿Son conscientes los profesionales de cuidados paliativos de la necesidad de cuidarse? ¿En qué punto se detecta que un profesional necesita prestarse más atención?
En el contacto que he tenido con profesionales del ámbito de los cuidados paliativos en España noto que, en general, sí existe conciencia y preocupación por el tema y al mismo tiempo existe la sensación de que es un tema que no ha sido abordado en toda su complejidad y profundidad. Además, cuando hay recortes de recursos de los programas lo primero que desaparece es el cuidado de los profesionales. Estos condicionantes institucionales sumados a la relativa falta de conciencia en los propios profesionales de la importancia del autocuidado inciden en que la necesidad de autocuidado se detecte recién cuando las consecuencias de la falta del mismo ya afectan notoriamente el desempeño o la salud física y mental del profesional.
4. ¿Cómo debemos fomentar el auto-cuidado?
Hay aspectos del cuidado de los profesionales que deben ser asumidos por las instituciones y no por los profesionales, por ejemplo la disminución de la presión asistencial, la sobrecarga laboral, el aumento de las posibilidades de formación y promoción son algunos temas de suma importancia. También habría que ofrecer capacitación continua tanto en aspectos técnicos de su trabajo como en habilidades como los que abordaremos en el taller en el próximo congreso: regulación emocional, mindfulness, auto-compasión, compasión y comunicación consciente. Por supuesto, sumado a lo que se pueda ofrecer desde el nivel institucional es importante que los propios profesionales y los equipos poco a poco desarrollen una cultura del cuidado que los incluya como personas y como equipos. El contagio emocional, el distrés empático, el burnout y lo que se ha llamado “fatiga por compasión” son riesgos reales para las personas y equipos que están constantemente expuestos al sufrimiento humano.
5. Usted cita en el título de su ponencia el mindfulness como técnica de cuidado. ¿En qué consiste?
El mindfulness y la compasión son dominios de investigación recientes en la psicología y las neurociencias que están ofreciendo luces importantes sobre el potencial humano para estar plenamente presentes con aquello que es difícil sin sacrificar nuestra salud física y mental. Mindfulness o presencia plena es la posibilidad humana de prestar atención a lo que ocurre en el momento presente desde una actitud de amabilidad y aceptación. Esta capacidad puede ser entrenada a través de prácticas formales, como la meditación, e informales, como caminar o comer en plena consciencia. Mindfulness se enseña actualmente en más de 500 hospitales y clínicas en los EE.UU. y en más de 2000 centros de salud alrededor del mundo, y existen cientos de publicaciones científicas que documentan sus beneficios, incluyendo estudios con cuidadores y profesionales de cuidados paliativos. Estos estudios con cuidadores muestran que quienes participan de estos programas aumentan significativamente su bienestar, auto-compasión y su salud física, al mismo tiempo que disminuye su estrés y específicamente el estrés asociado al rol del cuidador.
6. ¿A qué se debe esta mejora?
Los investigadores sugieren que las prácticas de mindfulness son útiles para los cuidadores porque promueven una interpretación no enjuiciadora de la situación de su familiar o paciente, y una mayor aceptación de su realidad. Las prácticas de mindfulness también les ayudan a observar sus pensamientos y comportamientos con menos reactividad y juicios, con lo cual pueden responder mejor a las dificultades físicas y emocionales con las que se encuentran. Mindfulness facilita la regulación de la propia activación a través de una conciencia clara de lo que ocurre en el cuerpo y en la mente, desacoplando las respuestas automáticas y fortaleciendo nuestra capacidad para responder en vez de reaccionar a nuestras circunstancias. La conciencia refinada de los estados cuerpo/mente y el cultivo de las capacidades meta-cognitivas que permiten monitorear las propias sensaciones, pensamientos y sentimientos a través de la observación conciente son elementos claves de la práctica de mindfulness que a su vez permiten generar el espacio, el coraje y la presencia necesarios para que la empatía y la compasión puedan surgir en la interacción con los pacientes y los colegas. Mi formación principal en este ámbito ha sido en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, donde se ha creado el Centro Para la Investigación y la Educación en la Compasión y el Altruismo (CCARE, por sus siglas en inglés). Esto me parece notable y también de sentido común: ¿Por qué surge un centro de estas características en una facultad de medicina? Precisamente nace desde la observación de que la presencia plena, la empatía y la compasión están en el corazón de la medicina, y de la observación de que la práctica de la salud en occidente ha sufrido un proceso de deshumanización, donde la mirada del paciente y del profesional como seres humanos integrales y sensibles se ha perdido.
7. ¿Es fundamental una educación bio-psico-socio-espiritual para el desempeño profesional y la propia regulación emocional del profesional?
Sin duda. Cada vez contamos con más evidencia científica de que tanto el bienestar de los pacientes como la salud física y mental de los profesionales dependen en parte de la visión de ser humano que está detrás del trabajo de los equipos de salud. La era del médico afectivamente neutro y distante está llegando a su fin, pues ahora sabemos con certeza que los pacientes que se sienten tratados como seres humanos, con cercanía, se recuperan más rápido y que los profesionales de salud que se relacionan con mayor calidez con sus pacientes tienen mayor satisfacción laboral y mejor salud mental. Lo interesante es que estas cualidades no son fijas sino que son cultivables: la presencia, la atención plena, la empatía y la verdadera compasión -que no es lástima sino la capacidad y el coraje de entrar en contacto con el sufrimiento junto a la motivación sincera de ayudar a aliviarlo- son plenamente entrenables. Investigaciones recientes sugieren que este tipo de entrenamiento puede modificar el funcionamiento y estructura del cerebro y también nuestra fisiología. En mi propia investigación en Chile con el Programa de Entrenamiento del Cultivo de la Compasión de Stanford vimos que los participantes no sólo mejoraban significativamente en todas las dimensiones de su salud mental, sino que también aumentaron sus niveles de empatía y compasión mientras que disminuyeron sus niveles de distrés empático, que es la sensación de agobio frente al sufrimiento de los otros. Si consideramos que los hospitales son potentes atractores de sufrimiento, estos resultados tienen implicancias muy significativas para los profesionales que se desempañan en estos contextos.

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