Ana Belén Abenoja Lobo: “Cuando un paciente te deja siempre piensas que podrías haber hecho algo más”

Jul 28, 2016

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Conocer de primera mano la experiencia de los profesionales de la salud en el ámbito de los cuidados paliativos es algo muy enriquecedor. Sus vivencias nos ayudan a comprender el día a día de personas que, además de realizar una importante labor, expresan su visión de la relación con el paciente y la necesidad de una mayor humanización en la atención.
Esta semana entrevistamos a la enfermera Ana Belén Abenoja Lobo. Ana Belén ha ejercido durante dos años la profesión en el servicio de Cuidados Paliativos del Hospital Provincial de Zamora y otros dos en el servicio de Oncología del Hospital Recoletas de la misma ciudad. Tiene un Máster en Humanidades por la Universidad Francisco de Vitoria, en la que ha impartido clases de enfermería durante cuatro años.
Desde 2010, es supervisora de quirófano en la Clínica CEMTRO de Madrid y actualmente también realiza un doctorado en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM).
– ¿Qué significan para ti los Cuidados Paliativos?
Los dos años que trabajé en cuidados paliativos supusieron una etapa de mi vida profesional en la que aprendí a convivir con muchos sentimientos. Sentimientos de comprensión, de empatía, de tristeza, de alegría, de compasión, de paz, de serenidad, de frustración… Los cuidados paliativos para mí significan ‘estar con el paciente’, y cuando digo estar, lo digo con todo su significado. El paciente paliativo es un paciente que te necesita, necesita que le alivies el dolor, pero también que le alivies el alma y el corazón.
En la Universidad te enseñan a poner en práctica técnicas de enfermería. Memorizas la definición de ‘cuidado paliativo’… Pero cuando llegas a la planta todo lo aprendido supera la realidad. Para mí, cuidado paliativo significa acompañamiento, significa aliviar el dolor al paciente y ofrecerle un cuidado holístico e integral en todos sus aspectos. Significa cubrir sus necesidades y no sólo físicas sino también espirituales, ya que es posible que nuestro paciente pase por distintas fases a lo largo de su enfermedad (enfado, frustración, chantaje, depresión y aceptación) y deberemos ser comprensivos y tolerantes con todas ellas.
No debemos olvidarnos de sus familiares y de cómo sufren en el proceso, por lo que también tenemos que acompañarles y no dejarles al margen de la situación. Así, seremos capaces de entender sus necesidades y hacerles partícipes de los cuidados.
– ¿Estabas satisfecha con tu labor?
Yo creo que en un servicio así nunca te puedes sentir satisfecho. Cuando el paciente te deja siempre piensas que podías haber hecho más.
– ¿Qué fue lo más duro de tu trabajo?
Lo más duro era cuando llegaba al día siguiente y faltaba alguno de mis pacientes. Tenemos que pensar que son personas con los que llegas a convivir muchos días e incluso meses. Te conocen por tu nombre, saben cómo eres y cuando se van un trocito de ti se va con ellos. Pero te tienes que sobreponer, ya que otro paciente nuevo está ocupando la misma cama.
La experiencia más dura que viví fue el caso de una chica de 27 años que acababa de dar a luz y le detectaron un cáncer terminal de riñón. El embarazo le había ocultado los síntomas y se lo diagnosticaron a los 3 meses de dar a luz, pero ya era demasiado tarde y no había esperanza para ella. Pasó con nosotros sus 2 últimos meses de vida, el último sedada por los dolores. Pero lo peor no era verla a ella sino ver a su madre, esa madre que veía como su hija se iba y tras dejarla en el hospital cada noche tenía que volver a casa para sacar a su nieto adelante. Su hija se moría mientras su nieto la necesitaba para vivir. Nuca olvidaré la fortaleza de aquella madre que cada vez que salía de la habitación se derrumbaba en nuestros brazos.
Así era mi planta de cuidados paliativos.
– ¿Qué fue lo más satisfactorio?
Para mí lo más satisfactorio era saber que podía llegar a los corazones de algunos de mis pacientes, era saber que algunos se fueron cogidos de mis manos y que pude ver cómo dejaban de sufrir. También me enriquecía cuando conseguía calmarles el dolor, ver sus caras de paz por dejar de sufrir; o cuando entraba en la habitación y me decían que habían podido dormir un ratito; el agradecimiento de los familiares por haber cuidado de ellos y haberles consolado con una mirada o con un gesto.
El vínculo enfermera –paciente paliativo es especial.
– Un consejo para compartir con tus compañeros…
Bufffff…, infinidad de consejos.
Primero les diría que trataran con dignidad a los pacientes paliativos más que a cualquier otro paciente, que preserven su intimidad y respeten sus deseos.
Que los traten con mucho amor, una sonrisa, un gesto, unas palabras amables siempre son mejor que la indiferencia… A nosotros no nos cuesta nada y a ellos les alegra el día. El contacto físico de una mano, de un abrazo, el llamarle por su nombre, preguntarle con sinceridad, escucharle aunque te repita las cosas, llamar siempre a la puerta, no tratar a los pacientes como un número de cama. No hagamos de la muerte algo normal con expresiones como: “anoche se murió la 223”, ¿me entendéis verdad?
Además, no aconsejaría realizar técnicas dolorosas cuando no estén indicadas.
Que no duden nunca del dolor de un paciente paliativo, no somos nadie para juzgar su dolor, por lo tanto, cuando un paciente se queja debemos atenderlo siempre.
Y por último debemos empatizar, pero también ser capaces de salir del turno y seguir con tu vida cotidiana.
– ¿Qué implantarías en tu unidad?
Llevo 7 años trabajando en quirófano y no sé si se habrá implantado, pero yo en aquellos días que trabajé en Paliativos hay algo que eché de menos. Nadie enseñaba a los profesionales cómo superar la muerte de un paciente, nadie nos decía qué debíamos hacer cuando salíamos de nuestro trabajo para poder seguir con nuestras vidas sin ese sentimiento de pérdida y frustración, ya que nos hacemos enfermeras para salvar vidas y no para perderlas.
Por eso, yo crearía un ‘Servicio de Ayuda al Profesional’, para poder sobrellevar ese duelo que afecta también a los profesionales sanitarios.
Como conclusión, quiero añadir la frase que me acompaña siempre y que les digo tanto a mis alumnos como a todo el personal de enfermería:
 

 ‘SÉ LA ENFERMERA QUE TE GUSTARÍA TENER SI FUERAS UN PACIENTE’

 
Por: María Arango

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